Entre los recuerdos de infancia que llevo más cerca de mí están las visitas a museos junto a mi padre. No eran solamente para a ver cuadros y estatuas. Mi papá preparaba el paseo envolviendo todo en un aura de misterio y aventura. La visita se volvía la gran experiencia de ir a meterse dentro de un cuento y verlo vivo, en un penetrable de Soto había un fantasma, por el museo corría una momia que había escapado de su sarcófago o íbamos a ver el lugar en el que había vivido un rey o el retrato del pintor que se cortó la oreja.
Los domingos veíamos conciertos en La Televisora Nacional Canal 5. Más que dilucidar sobre la calidad del director o la precisión de la orquesta, cuando enfocaban a los músicos yo tenía que identificar el instrumento. De...